Patrimonio vivo
As-Salt, Jordania
As-Salt es un pintoresco lugar para disfrutar tranquilamente. Para pasear tranquilamente por sus callejuelas y descubrir rincones, casas, balcones, palacios y plazas. Dejarse llevar por su zoco e interactuar con los lugareños. Conocer la rica y diversa historia de la ciudad en sus museos, mezquitas e iglesias. O para disfrutar de las vistas al atardecer en una de sus hermosas terrazas.
¿Tienes tiempo? A sólo media hora en coche de Amán, visitar As-Salt merece la pena. Puede que estés de camino al Mar Muerto, Petra o del Jordan Trail; tal vez tengas una mañana libre o estés preparando tu próximo viaje y te apetezca explorar una Jordania urbana más auténtica y genuina. Un lugar tan extraordinario que en 2021 fue incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO”.
“As-Salt se convirtió en la capital de Jordania durante unos meses”, nos cuenta Oday Alarabiyat, guía oficial de Salt, en la nueva plaza Oqba Bin Nafe. “Durante un tiempo, fue la ciudad más importante del país, gracias a sus fuentes de agua, su fértil suelo y su clima templado”. Oday es uno de los veinte guías locales formados por la Asociación para el Desarrollo de As-Salt. “Tenemos más historias que contar que los guías de fuera”, dice antes de que empecemos a visitar la ciudad.
Breve historia
“Salt ha estado habitada desde la Edad de Hierro y se convirtió en uno de los asentamientos más importantes entre el valle del Jordán y el desierto oriental”, prosigue Oday. “La ciudad se benefició de su ventajosa ubicación en la ruta siria de peregrinación a La Meca y fue el centro de un provechoso comercio entre la zona y las principales ciudades de Palestina en el siglo XIX, cuando estaba bajo administración otomana”, nos cuenta animadamente mientras paseamos por la vibrante calle Príncipe Hamza.
“Salt ha estado habitada desde la Edad de Hierro y se convirtió en uno de los asentamientos más importantes entre el valle del Jordán y el desierto oriental”
As-Salt pasó de ser un pequeño pueblo a una bulliciosa metrópolis entre 1865 y 1925 gracias a la afluencia de comerciantes de Nablus, Siria y Egipto. Esta nueva clase empresarial consolidó una sociedad rica y tolerante que respetaba otras religiones e invertía en negocios y casas representativas.
Hoy en día, varios senderos temáticos recorren el centro de la ciudad para explorarla y admirar este patrimonio, como el “Sendero Turístico” o el “Sendero de la Armonía”. Permiten sumergirse en la exquisita arquitectura otomana de arenisca amarilla de Salt, conectada por una red de escaleras, pasadizos y patios compartidos. Vamos a ello.
Pasear por el centro histórico para sumergirse en la rica historia y tradiciones de Jordania es uno de los grandes atractivos de la ciudad. “As-Salt es una ciudad formada por tres colinas, Jada’a, Qala’a y Salalem, con un centro situado en el lecho del valle”, nos dice Odayal, mientras nos escucha jadear al subir por una de las escalonadas laderas de la ciudad. Como recompensa al esfuerzo, llegamos a un mirador inesperado desde el que oímos la llamada a la oración del almuédano.
Musulmanes y cristianos siempre han convivido en paz aquí
Caminamos descubriendo casas, puertas, patios y ventanas de casas, algunas habitadas y otras abandonadas, pero todas con un cierto aire de esplendor perdido, a la espera de ser recuperado. “Salt tiene otro ambiente, otro ritmo y otra forma de vida diferentes al resto de los pueblos de Jordania”, nos dice Oday. “Salvando las distancias, me recuerda un poco a Jerusalén”, comento. “Bueno, la verdad es que aquí musulmanes y cristianos siempre han convivido en paz”, responde Oday. “Aquí podéis ver la Gran Mezquita de la Sal y, un poco más arriba, la Iglesia del Buen Pastor. O incluso un templo ortodoxo en honor a San Jorge, donde rezan cristianos y musulmanes”. Ahora entiendo por qué la UNESCO destacó a Salt como “Lugar de tolerancia y hospitalidad urbana”.
100% orgánico
“Um Omar se hizo famosa por ser la primera mujer que vendió productos ecológicos de la zona”, nos cuenta Oday mientras descendemos la empinada cuesta hacia el Mar Muerto, entre un vergel de árboles, viveros y puestos de cítricos. “Con el tiempo, decidió abrir su propio restaurante que también utiliza esos mismos productos”.
El restaurante Myassar Hyari está situado entre olivos, al borde de la carretera. Un grupo de personas se hace fotos con una mujer vestida con ropa tradicional beduina. El local tiene dos plantas decoradas con alfombras tradicionales, manteles y numerosas fotos de personajes famosos que han pasado por el restaurante, entre ellos el chef Gordon Ramsey y la reina de Jordania.
“Empecé el negocio hace catorce años”, nos cuenta mientras nos sentamos a la mesa. “Al principio como tienda, luego desayunos y finalmente como restaurante”. Pronto, Um Omar llega con una olla grande, le da la vuelta, golpea rítmicamente la base y… voilá! Una deliciosa Maqluba lista para comer. ¿Has oído hablar de este delicioso plato de origen palestino?
“Conozco a gente de Amán que me pide que les traiga productos de aquí; saben que todo es 100% ecológico”, nos cuenta Oday mientras curioseamos por la tienda de la planta baja. Hay mermeladas, aceites y botellas de vinagres, frutos secos, melazas, especias… Cuarenta familias de la zona son las proveedoras de todos los productos. Y en el restaurante, quince mujeres trabajan junto a ella. “Estoy orgullosa y contenta. Cuando me voy a la cama, no tengo ninguna preocupación. Y lo he hecho todo sin hacer daño a nadie”, dice mientras nos despedimos.
Si te acuerdas, pide el postre de limón y jengibre. “Es el favorito de la reina”.
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“Nuestro objetivo es mantener vivo ese patrimonio, implicando al mayor número posible de personas. Que así sea. ¡Inshallah!“
300 metros de pura vida
Justo al lado del museo Abu Jaber, en la plaza Al-Ain, varios hombres con shemagh fuman y juegan Manqala. Bajamos por la famosa calle Hamman y nos dejamos llevar por el flujo de gente que recorre la calle más comercial de la ciudad. “Se llama así porque aquí estaba el baño público de la ciudad”, nos dice Oday mientras paseamos, contemplando el bullicio que nos rodea entre tiendas de mercancías, zapateros, marroquinería… “No son más de 300 metros de calle”, nos dice. Pero 300 metros de pura vida.
Los lugareños compran frutas y verduras en un puesto abarrotado de granadas, rábanos e higos. Una mujer vende las berenjenas más grandes que he visto nunca. “La mayoría de las vendedoras ambulantes vienen con productos de temporada del valle del Jordán”, me dice Oday. Unos turistas intentan regatear en una joyería beduina. Un grupo de niños juega junto a un hombre que prensa aceitunas con una vetusta máquina tradicional. Los hombres se saludan soplándose besos al aire.
“Aunque la mayoría de las tiendas han cambiado con el tiempo, algunas han permanecido igual de generación en generación”, afirma Oday. “Por ejemplo, ésta”, nos dice mientras entramos en una tienda de especias, deslumbrados por la diversidad de colores y olores. El tendero nos explica amablemente las bondades cada especia. Pero uo ya sé lo que vengo a buscar: za’atar, una mezcla de semillas y hierbas que puede usarse en muchos platos, pero que con pan y aceite es un delicioso complemento para el desayuno.
Pasarse por las tiendas de especias es siempre una buena idea en Oriente Próximo, igual que las barberías son un lugar perfecto para socializar. “Aquí todo es viejo, incluso nosotros”, bromea el barbero mientras nos enseña las herramientas que utilizaba su padre, que se retiró del negocio a los 94 años. “Abrimos en 1952 y aquí seguimos”, dice con orgullo mientras me acicala la barba. En la tienda, varios lugareños hablan, ríen, fuman y beben té en lo que parece tanto un club social como una barbería. La gente espera con calma. No hay prisa.
puesta de sol con vistas
Ha sido un día emocionante. ¿Y qué mejor manera de relajarse que en una terraza panorámica al atardecer? Nos decantamos por el colorido City Balcony, un hotel de seis habitaciones recientemente renovado con una bonita terraza. “La casa tenía más de un siglo y estaba totalmente en ruinas”, me dice Khaldoun Khraisat, propietario del hotel que lleva diez años trabajando como gerente de la Asociación para el Desarrollo de As-Salt. “No es fácil implicar a los lugareños; no todos ven el turismo de la misma manera”, nos dice mientras las luces de las casas y los minaretes se iluminan al atardecer. “Los jóvenes son más proactivos a la hora de trabajar en turismo, pero necesitan comprender mejor el patrimonio que les rodea. Nuestro objetivo es mantener vivo ese patrimonio, implicando al mayor número posible de personas”. Que así sea. ¡Inshallah!
Explorar la antigua capital de Jordania
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