El paraíso caribeño del Mediterráneo
Formentera
Playas blancas y brillantes y mares turquesa llenos de vida. La periodista de viajes Veerle Witte descubre la influencia de las praderas de posidonias en el pequeño paraíso hippie de Formentera, de 83 kilómetros cuadrados en las Islas Baleares.
Cuando abordo el ferry en Port d’Evissa temprano por la mañana, Ibiza aún no se ha ido a dormir. Giro mi cara hacia el sol que acaba de salir y cierro los ojos. La brisa del mar fluye a través de mi cabello. Miro la silueta de la isla de la fiesta una vez más, marcada por la catedral y verdes montañas. Qué contraste comparada con la Formentera plana y soñolienta que se me aparece solo quince minutos después. En esta isla, la furia de los constructores españoles pronto fue contenida por activistas medioambientales: aeropuertos y monstruosos hoteles como los que se encuentran en la Costa Mediterránea, aquí son solo visibles en su ausencia. Conduzco por la PM-820 hacia el este. Los flamencos desfilan por los lagos de sal rosa del Parque Natural de Ses Salinas. El paisaje minimalista y los edificios de baja altura en esta pequeña isla, de sólo 83 km2, son sorprendentes. Una palmera aquí, una fortaleza y una pared de piedra allá. Unos molinos y en cada punta un faro. Ni un solo semáforo. En el puerto pesquero de Es Caló de Sant Agustí, como en otros muchos lugares de la isla ponen a secar el pescado en los techos de las casetas varadero, que luego utilizarán para la elaboración de la ensalada payesa. Y cuesta no perderse en las vastas playas de arena blanca junto al mar turquesa: el orgullo de la isla habitada más pequeña de las Islas Baleares.
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Las tranquilas aguas que rodean la isla son perfectas para actividades acuáticas. Una mañana, practico yoga en un paddleboard en el mar frente a la ciudad portuaria De La Savina. Mientras el sol rompe las nubes, me muevo en la playa al son de las instrucciones de la socorrista Ingrid, de la posición del perro a la pose de la cobra. Y sí, nos caemos de nuestras tablas al agua. El agua salada gotea por mis brazos, que estiro hacia el cielo. Cierro los ojos, y se me pone piel de gallina cuando el sol calienta lentamente mi piel. No me importaría despertarme así todos los días. Después de clase, charlamos un poco en la playa.
El agua salada gotea por mis brazos, que estiro hacia el cielo
La italiana Sabrina Marina vive aquí desde hace 17 años.. “Cuando tenía diecisiete años, decidí ir a trabajar a Ibiza. Durante una excursión de un día a Formentera, me enamoré de su naturaleza. Cada mañana pedaleo 15 kilómetros y cuando tengo tiempo de sobra, me meto en mi kayak para remar a lo largo de la costa. La instructora Ingrid, barcelonesa que vive en Ibiza, asiente con el gesto cuando lo escucha. “Vas a Formentera a desconectar”, añade. “Cuando la vida en la isla de fiesta se convierte en demasiado, me encontrarás aquí. Formentera es el antídoto de Ibiza. Al atardecer, paleo mi kayak desde Platja des Pujols, en el lado norte de la isla, pasando por los acantilados de Punta Prima. El mar se vuelve amarillo dorado mientras remo de una cueva desierta a otra. Es como Sabrina e Ingrid dijeron: Aquí, las molestias diarias se evaporan en un santiamén.
“Estamos tratando con el ser vivo más grande y más viejo del planeta”
Con el vientre lleno de vino y paella, me agacho sobre mi toalla en Ses Illetes, una playa de arena blanca en el extremo más septentrional de la isla. Se superpone desde ambos lados en un largo punto blanco hacia el mar, y ha sido nombrada la playa más hermosa de Europa varias veces. Miro hacia el agua cristalina. Es elegante y quieta, como la de una piscina. La inmersión de esta mañana y las conversaciones con Manu me han dejado claro que la posidonia no sólo es un refugio para animales en peligro de extinción como los caballitos de mar, sino que también es responsable de la idílica belleza de las costas de la isla. Las piedras rosadas traídas por el oleaje brillan en la arena blanca y brillante. Ambas provienen de los millones de animales que se esconden en la hierba.
“El nudismo en Formentera es un remanente de los muchos hippies alemanes y americanos que conquistaron Ibiza y Formentera en los años sesenta”
Meto los dedos de los pies en la fina arena y observo cómo un socorrista de cierta edad hace flexiones en su torre de vigilancia de madera. A mi lado hay una pareja de ancianos desnudos. Una madre en topless pasa, alimentando de leche materna a su niña de dos años. «El nudismo en Formentera es un remanente de los muchos hippies alemanes y americanos que conquistaron Ibiza y Formentera en los años sesenta», “Como mi madre, alemana.” Explica la joven política Alejandra Ferrer, que está muy implicada en el proyecto de conservación de posidonia. Y señala hacia los barcos que flotan en la distancia en el agua azul brillante. No sobre posidonia, una buena señal. ‘Hay una aplicación móvil para que los capitanes reserven una boya que asegure que no harán ningún daño al anclar.’ Medidas como esta se han tomado para restaurar la posidonia a su estado original, ojalá en 2030. Y eso significa que, por ahora, no tienes que viajar al Caribe para disfrutar de playas tropicales.
La isla tiene oficialmente 21 playas: desde pequeñas bahías rocosas hasta vastas playas de arena. Hazte con el extenso mapa gratuito ya en el ferry, en él encontrarás una descripción de todas las playas.
Rutas verdes
Para los amantes del aire libre, hay mucho que hacer en la isla sostenible. Descubre todos los rincones de Formentera siguiendo una de las 32 rutas verdes marcadas de la isla, que se abrieron en 2015. Todos los senderos, que varían desde un paseo en bicicleta de 8 minutos hasta una caminata de tres horas, se entrelazan en una larga ruta de más de 100 kilómetros. Descarga un catálogo con todas las rutas de Formentera.es. ¿Prefieres descubrir caminatas alternativas con un guía? Reserva un tour con Dani de Walking Formentera
Paraíso sostenible
Formentera es a veces llamada el último paraíso mediterráneo, debido a la manera tan única (y exitosa) con la que que han combinado el turismo con la protección del medio ambiente. Por ejemplo, organizaron el Festival de la Posidonia, y el gobierno tiene grandes planes para ampliar el uso de los coches eléctricos. Habrá más estaciones de carga, plazas de aparcamiento especiales y los conductores serán recompensados con acceso gratuito al Parque Natural Ses Salines.
Gastronomía
En el restaurante y bar de cócteles Chezz Gerdi, te sientas en bancos de madera blanqueados, con vistas al mar, mientras se te sirve lo mejor de la cocina italiana y española. Sa Platgeta, muy popular entre los lugareños, es el lugar para ir a disfrutar de excelentes mariscos bajo los pinos. Para los atardeceres, hay que ir a Kiosko 62: un quiosco de madera en la Platja de Migjorn, donde la comunidad hippie de Formentera se reúne para ver el sol caer en el mar.